El Camino y los Pasos de Buenos Aires
- Santiago Toledo Ordoñez
- hace 3 días
- 3 Min. de lectura
Un viaje del alma entre adoquines, cielos grises y corazones que laten con acento porteño.
Hay ciudades que se caminan. Otras que se transitan. Y hay algunas, muy pocas, que te caminan a ti.
Buenos Aires es una de ellas.
Uno cree que llega a la ciudad para conocerla, pero es ella la que termina descubriéndote. Te mira sin apuro desde sus balcones antiguos. Te estudia desde la sombra de sus plátanos y te prueba con el ritmo cambiante de sus barrios. No todos lo notan. Pero quienes lo sienten, ya no vuelven a ser los mismos.
Porque caminar Buenos Aires no es solamente recorrer sus calles; es entrar en una danza secreta entre la memoria, la nostalgia, y ese extraño deseo de pertenecer a algo más grande que uno mismo.
I. El Primer Paso: Despertar
Todo comienza sin aviso. Quizás al bajar del avión y sentir un viento tibio que no sabes si viene del Atlántico o de algún recuerdo ancestral. O tal vez al escuchar el primer "che, vení" en el colectivo, y darte cuenta de que el idioma que aquí se habla es el mismo, pero suena distinto. Más honesto. Más crudo. Más humano.
El primer paso en Buenos Aires no es físico. Es interno.
Es un abrir de ojos. Es el alma diciendo: “Aquí hay algo para mí”.
II. El Ritmo de la Ciudad
Buenos Aires tiene ritmo, pero no espera a nadie.
Te arrastra si te distraes, te desafía si te detienes. La vereda puede cambiar de estado de ánimo de una cuadra a otra: en una hay silencio de barrio, en otra música callejera; en una hay un árbol que florece sin que nadie lo mire, en otra, la historia escrita en los muros por manos anónimas.
El tango no se escucha solamente en La Boca. Está en cada pausa, en cada gesto, en cada historia no contada. Está en el dolor de lo que ya no es, y en la pasión por lo que podría ser.
III. Barrios que Hablan
San Telmo te susurra en voz baja. Palermo te provoca. Recoleta observa en silencio. La Boca grita con colores lo que la política y el hambre intentan callar.
Cada barrio es un espejo distinto.
Hay quienes se ven reflejados en las vitrinas de la Avenida Alvear y quienes encuentran su reflejo en las plazas donde juegan los niños en Constitución. Buenos Aires no discrimina: te muestra todo, sin filtros, sin maquillaje. La belleza y la herida. La cultura y la grieta. El arte y el olvido. Y es esa dualidad la que la hace tan real, tan viva, tan humana.
IV. Caminando Adentro
Con el tiempo, te das cuenta de que no estás caminando por fuera.
Estás caminando por dentro de ti.
Cada paso sobre los adoquines desgastados es una pregunta:¿Quién eras antes de llegar?¿Qué has dejado en estas calles?¿Qué de esta ciudad llevas ahora contigo, aunque partas?
Porque en algún momento, te sentaste en un café y el mozo te llamó “maestro” o “reina”, y eso bastó para que te sintieras visto. O tal vez alguien te abrazó sin conocerte en una milonga. O viste a una madre llorar en la esquina del Congreso, y supiste que no era solo ella: era un país entero esperando justicia.
V. La Ciudad Infinita
Buenos Aires no termina.
Hay librerías donde se detiene el tiempo. Hay teatros que siguen contando historias aunque nadie aplauda. Hay cicatrices en la arquitectura que hablan de dictaduras, de crisis, de resistencia.
Y sin embargo, la ciudad sigue. Late. Invita. Abraza.
Aunque a veces te exija más de lo que puedes dar.
Aunque te enfrente a partes de ti que preferías no mirar.
VI. El Regreso (incluso sin irte)
Y cuando llega el momento de partir —porque todos parten, aunque vivan allí para siempre—, te das cuenta de que algo en ti se ha quedado.
Un olor. Una melodía. Una mirada. Una esquina. Un suspiro que ya no podrás repetir en otro lado.Te fuiste. Pero no del todo.Porque los pasos que diste ya están marcados.
Y algún día, sin razón, vas a sentir que estás caminando por otra ciudad, y Buenos Aires te va a aparecer en la memoria como un susurro, como un poema no terminado, como una deuda dulce que no necesita saldarse.
Buenos Aires no se visita. Buenos Aires se habita, aunque sea por un instante.
Y ese instante basta para cambiarlo todo.
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