El Vuelo del Cóndor: Un Canto a las Alturas Eternas
- Santiago Toledo Ordoñez
- 28 jun
- 2 Min. de lectura
Allí donde las nubes descansan sobre las cumbres y los rayos del sol apenas logran perforar el velo blanco del amanecer, comienza una historia que no tiene principio ni final.Es una historia que el viento susurra en quechua, en mapudungún, en aimara y en silencio.Una historia que los glaciares guardan en sus entrañas y que los abuelos cuentan junto al fuego, cuando la noche baja con estrellas afiladas.
Ahí, entre riscos imposibles y acantilados que desafían el abismo, duerme el cóndor.
No duerme como duerme el hombre.Duerme con un ojo abierto al mundo, con el alma en guardia, y con los huesos alineados al espíritu de la montaña.Su nido no es de ramas, ni de barro, ni de hojas.Es una roca, pura y antigua, forjada por los dioses del altiplano.Allí nace cada mañana su viaje.
Cuando la primera luz del día toca las alas del tiempo, el cóndor despierta.
Abre sus ojos, oscuros como las profundidades del Titicaca, y extiende sus alas como si con ellas pudiera abrazar el cielo entero.Esas alas —anchas, poderosas, nobles— no son solo su herramienta de vuelo.Son su legado.Son la memoria viva del equilibrio entre el hombre, la tierra y el cosmos.
Con un salto silencioso, se lanza al vacío.
Y entonces…Comienza el vuelo.
No hay aleteo desesperado.No hay lucha contra el viento.Solo armonía.El cóndor no vuela: flota sobre las corrientes invisibles que suben desde los valles, como si los suspiros de la tierra lo sostuvieran.
Bajo él, se despliega el mundo.Los Andes se alargan como una columna vertebral de piedra que cruza el continente.Nevados, volcanes, mesetas infinitas.Y entre ellas, las huellas de los pueblos que han aprendido a vivir abrazados por la montaña.
El cóndor ve sin ser visto.
Observa a la pastora que canta entre las llamas.Al niño que juega con una piedra y sueña con tocar el cielo.A la anciana que deja ofrendas de coca y maíz a la Pachamama.
Él lo ve todo.
Pero no juzga. Solo guarda. Es el testigo silencioso de mil generaciones.
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