Facilítame la concentración en mis metas
- Santiago Toledo Ordoñez
- hace 3 horas
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Actualizado: hace 3 horas
Amaro había aprendido, a lo largo de los años, que las metas no se cumplen por azar ni por entusiasmo pasajero. Se cumplen cuando se cuidan. Y para cuidarlas, era indispensable levantar una muralla invisible entre lo esencial y lo accesorio, entre lo que lo acercaba a sus objetivos y lo que solo buscaba interrumpir.
No era un hombre duro, ni cerrado. Al contrario: disfrutaba compartir, conversar y estar disponible. Pero con el tiempo entendió que la generosidad mal entendida se convertía en una trampa: siempre había alguien dispuesto a pedirle un favor en el momento más inoportuno, alguien que aparecía con urgencias inventadas, alguien que, en nombre de la confianza, creía tener derecho a irrumpir en su espacio y en su tiempo.
Y lo más curioso: cuando Amaro ponía un límite claro, no faltaba quien se ofendiera. Personas que, desde la frescura y la patudez, reaccionaban como si él les estuviera quitando algo. Como si defender su propio camino fuera una falta de respeto.
Fue entonces cuando Amaro se dio cuenta de que la verdadera madurez no está en complacer a todos, sino en sostener con calma lo que es innegociable. Y lo suyo era innegociable: sus metas, su trabajo, su vida.
Con esa certeza, comenzó a construir un principio político personal, que repetía como un mantra:
“La concentración en mis metas es un derecho, no un lujo. Y proteger ese derecho es mi responsabilidad.”
Ese principio se transformó en práctica.
Reservó horarios intocables, donde nada ni nadie podía interrumpir.
Explicaba con asertividad: “Ahora no puedo, estoy en un proceso importante.”
Anotaba en una lista todo lo externo que aparecía, pero lo atendía solo cuando él decidía, no cuando el resto lo exigía.
Y, lo más importante, dejó de disculparse por defender su espacio.
Amaro sabía que algunos seguirían molestos. Que habría quienes, por costumbre o conveniencia, quisieran verlo disponible en todo momento. Pero también entendió que esas reacciones eran parte de un mismo patrón: había personas que no sabían diferenciar entre límite y rechazo, entre respeto mutuo y conveniencia unilateral.
Por eso decidió actuar con una mezcla de firmeza y diplomacia. No necesitaba levantar la voz ni entrar en discusiones estériles; bastaba con ser claro y coherente. Descubrió que la política personal más eficaz es aquella que combina cortesía con determinación.
Así, cada vez que alguien intentaba irrumpir, respondía con calma:"Lo que planteas puede ser importante, pero en este momento estoy concentrado en mis metas. Lo atenderé cuando corresponda."
Y ese simple gesto cambiaba la dinámica. Algunos entendían de inmediato y respetaban. Otros se ofendían, pero con el tiempo aprendían que Amaro no iba a ceder. Y, curiosamente, la mayoría terminaba admirando su capacidad de sostener lo que realmente le importaba.
Porque Amaro descubrió que no se trata solo de protegerse de interrupciones: se trata de enviar un mensaje claro al mundo, un mensaje político y personal al mismo tiempo:“Mis metas son serias. Y mi vida merece respeto.”
Con el paso de los días, notó algo aún más valioso: su paz interior aumentaba. Ya no vivía con la sensación de estar a merced de los demás, ni de que una interrupción global podía arruinarle el avance. Ahora tenía la certeza de que, aunque el ruido del mundo continuara, él había construido un refugio donde la concentración era intocable.
Y cada vez que alguien intentaba cuestionarlo, Amaro respondía sin rabia, sin dureza, pero con una convicción inquebrantable:
"No me pidas que esté contento con interrupciones masivas o con demandas injustificadas. La verdadera alegría está en cumplir lo que vine a hacer, y para eso necesito concentración. Si de verdad quieres estar en mi vida, facilítame el camino, no lo obstruyas. Porque lo que protejo no es solo un objetivo: es el sentido de mi existencia."
Amaro había descubierto una verdad simple, pero poderosa: la concentración no se negocia. Y gracias a esa verdad, sus metas dejaron de ser un sueño difuso y se transformaron en realidad paso a paso.

PD: habia una vez una humanidad global que no media o no veia como interrumpian el esfuerzo y trabajo que realizaba
Si usted suma y no resta, no veo porque se sentiria ofendida, pues no es para usted el mensaje o ABCDEFGGK...
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