Yo Ancestral
- Santiago Toledo Ordoñez
- 24 jun
- 3 Min. de lectura
Vivimos en una época que se dice ser la más avanzada de la historia humana.El mundo está lleno de maravillas tecnológicas que nuestros antepasados jamás podrían imaginar: satélites girando en el espacio, inteligencia artificial capaz de aprender y crear, teléfonos que nos conectan al instante con cualquier persona en cualquier lugar, y avances científicos que han prolongado la vida y expandido nuestro conocimiento.
Pero en medio de este brillo deslumbrante, hay un contraste inquietante.Porque, a pesar de que la tecnología avanza con rapidez, y el conocimiento humano se expande en todas direcciones, el comportamiento de muchos parece estar estancado… o peor, retrocediendo.
La paradoja del progreso
Nos llaman Homo sapiens, los “hombres sabios”.Pero en realidad, muchos actúan como Homo ancestrales, seres que llevan dentro una parte primitiva sin domesticar.
Mientras tenemos computadoras que procesan billones de datos, la mayoría de las personas se pierden en peleas insignificantes, rencores infantiles y batallas territoriales sin sentido.Aunque podemos enviar mensajes instantáneos a personas al otro lado del mundo, preferimos ignorar a quien está justo frente a nosotros.Hemos desarrollado aplicaciones para medir nuestra salud, pero seguimos envenenándonos con estrés, envidia y rabia.
Yo Ancestral, el observador consciente
En este mundo vive Yo Ancestral, un hombre que entiende esta contradicción.No reniega de la tecnología, la acepta y la usa, pero no olvida sus raíces.Yo Ancestral sabe que detrás de cada pantalla hay un ser con miedos primitivos, deseos ancestrales y a veces comportamientos que bien podrían pertenecer a una cueva de la Edad de Piedra.
Él no se avergüenza de decirlo:—“Soy Yo Ancestral porque reconozco que dentro de mí hay un instinto animal que no se puede borrar, pero también una conciencia que debe guiarlo.”
La cueva moderna
La oficina donde trabaja Yo Ancestral es un ecosistema peculiar.En una sala con paredes blancas, aire acondicionado y WiFi ultrarrápido, se desarrollan batallas dignas de la prehistoria.
Los gritos no son con la voz, sino con los mensajes de texto.Las lanzas son correos con copias ocultas.Los territorios son escritorios, roles o “likes” en redes internas.
Y en medio de esta jungla, los “ancestrales modernos” compiten ferozmente por poder, reconocimiento y estatus, muchas veces olvidando la empatía, la colaboración y la humanidad.
Redes sociales: la nueva cueva de piedra
En las redes sociales, el espectáculo es aún más crudo.
Donde antes un hombre o una mujer podían pelear cara a cara, hoy se lanzan piedras digitales: mensajes hirientes, comentarios tóxicos, ataques velados y agresiones anónimas.
La tribu digital, en vez de unir, muchas veces fragmenta.En vez de construir, destruye.En vez de compartir, excluye.
Y sin embargo, seguimos usando esas plataformas para buscar aceptación, como los ancestrales buscando ser parte de la manada.
La tecnología no cambia el instinto, solo el entorno
Es importante entender que la tecnología no es la culpable.No es la tablet, ni el teléfono, ni la inteligencia artificial lo que nos hace actuar como cavernícolas.Lo que pasa es que nuestro cerebro paleolítico, que evolucionó para sobrevivir en manadas pequeñas y entornos peligrosos, sigue siendo el mismo.
Lo que cambia es el escenario.Antes eran bosques y depredadores reales. Hoy son oficinas y “depredadores” emocionales, jefes autoritarios, o trolls en línea.
Y así, el instinto de defensa, territorialidad y lucha por recursos se activa, aunque la “selva” sea digital o corporativa.
La lucha interna del Yo Ancestral
Yo Ancestral reconoce que dentro de él hay una dualidad constante.Por un lado, el ancestral que quiere reaccionar rápido, con furia, con desconfianza.Por otro, el humano que busca reflexión, empatía y conexión.
Él no niega ninguna de esas partes, porque sabe que negar al ancestral es negarse a sí mismo.Pero sí aprende a domesticarlo, a canalizarlo, a convertirlo en energía creativa en vez de destructiva.
Ejemplos de “ancestrales modernos”
Yo Ancestral ve a diario comportamientos prehistóricos disfrazados de civilización:
Personas que en reuniones dominan con gritos o interrupciones, como machos alfa disputándose el territorio.
Individuos que acaparan recursos, información o reconocimientos, igual que cazadores que no quieren compartir su presa.
Celos y rivalidades que se disfrazan de competencia sana, pero son más bien peleas por jerarquías antiguas.
El miedo a ser excluido de la manada, que genera inseguridad, control y manipulación.
La verdadera evolución
Yo Ancestral sabe que la verdadera evolución no está en la tecnología, ni en el dinero ni en el poder.Está en la capacidad de reconocer nuestro ancestral interior y actuar con consciencia para trascenderlo.
Porque la humanidad puede avanzar tanto como quiera en ciencia y máquinas, pero si no evolucionamos en inteligencia emocional, en respeto, en compasión y en comunidad, seguiremos siendo ancestrales con ropa elegante y celulares caros.
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