14,000,606: La Gran Puerta
- Santiago Toledo Ordoñez
- 22 may
- 2 Min. de lectura
En una época que no pertenece al tiempo, y en un lugar que no está en ningún mapa, existía una biblioteca construida por el primer suspiro del universo. No tenía paredes ni techo, pero contenía todo lo que fue, es y será.
Un hombre sin nombre, conocido solo como El Viajero, llegó hasta sus puertas. Había recorrido miles de mundos, cruzado dimensiones, cargado libros invisibles y preguntas imposibles. Pero aún no encontraba la respuesta.
—¿Qué buscas? —preguntó la voz del guardián, una sombra que hablaba desde dentro de cada letra escrita en el viento.
—Busco el camino en que todo termina bien. Donde la guerra se detiene. Donde el amor no huye. Donde el alma no se quiebra al nacer.
La sombra le respondió:—Entonces debes cruzar las 14,000,606 salas de esta biblioteca. Solo en una se encuentra esa respuesta.
El Viajero no dudó. Recorrió la primera sala, donde vio un mundo salvado por la inteligencia. La segunda, por la fuerza. La tercera, por el sacrificio. Y así, hasta recorrer una tras otra, con esperanza y cansancio a partes iguales.
En la sala 14,000,605, vio un universo que parecía perfecto. Las máquinas servían a los humanos, no los dominaban. El clima estaba en equilibrio. No había hambre. Y, sin embargo, nadie sonreía. Había orden, pero no belleza. Vida, pero no alma.
El Viajero supo: esa tampoco era.
Finalmente, llegó ante la sala 14,000,606. Era distinta. No había oro ni estructuras celestiales. Solo un niño, solo, sentado bajo un árbol que parecía soñar.
—¿Qué hay aquí? —preguntó el Viajero.
El niño le miró con ojos que no eran de este mundo.
—Aquí no hay salvación. Solo la posibilidad de ella.Aquí no hay destino. Solo la semilla del acto humano más simple y más olvidado: detenerse, mirar, escuchar... y elegir distinto.
El Viajero cayó de rodillas. No era una respuesta, ni una fórmula. Era una verdad pequeña, frágil como un susurro. La única posibilidad donde todo cambia… es la que aún no ha ocurrido. La que depende de que alguien, en algún rincón del tiempo, decida amar cuando tiene razones para odiar.
Esa era la sala 14,000,606.
Una puerta que no se abre con magia ni tecnología, sino con lo que el mundo ha temido siempre: una decisión humana que nace del corazón y no del cálculo.
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