El Cielo Eterno: La Danza del Poder Creativo
- Santiago Toledo Ordoñez
- 23 ene
- 3 Min. de lectura
En un tiempo donde las estrellas aún no habían tejido sus caminos en el firmamento, existía solo el Cielo: un vasto océano de energía pura y brillante, una fuerza creadora que respiraba eternidad. Este cielo no era un lugar físico, sino una conciencia universal que abarcaba todo lo que era, es y sería. Su esencia era el Ch'ien, el principio creativo, lleno de poder yang que fluía en cada rincón del vacío.
El Cielo observó el infinito silencio y decidió que era tiempo de crear. Su primer acto fue una exhalación profunda, y de su aliento nacieron las seis líneas continuas de energía. Cada línea era una fuerza en sí misma: voluntad, fortaleza, armonía, movimiento, propósito y claridad. Estas líneas se entrelazaron, formando el primer hexagrama: la matriz de toda creación.
El Primer Hijo del Cielo
Del poder del hexagrama nació el Dragón Celestial, una criatura inmensa y luminosa, cuyo cuerpo estaba formado por estrellas y cuyo corazón latía con el fuego del cosmos. El Dragón tenía un único propósito: llevar la energía creativa del Cielo a los confines del vacío, sembrando la vida, el movimiento y la transformación.
El Cielo habló al Dragón:
—"Tu espíritu es noble y tu fuerza ilimitada. Viaja y lleva contigo la esencia de la creación. Recuerda siempre: el verdadero poder radica en la constancia y en la conexión con el orden universal."
El Dragón comenzó su vuelo, trazando ríos de luz que se convirtieron en galaxias. En cada espacio que tocaba, dejaba fragmentos de la energía del Cielo, que se transformaban en soles, planetas y las primeras formas de vida.
El Reto de la Sombra
Mientras el Dragón avanzaba, encontró un rincón del vacío donde la energía se movía en espirales caóticas. Allí habitaba la Sombra del Olvido, una fuerza que se alimentaba de la inacción y el estancamiento. La Sombra intentó detener al Dragón, susurrándole:
—"¿Por qué crear cuando todo termina? ¿Por qué moverte cuando el vacío es eterno? La calma está en la inercia."
El Dragón, recordando las palabras del Cielo, respondió:
—"La creación es eterna porque nunca se detiene. Cada fin es solo un nuevo comienzo. Mi propósito no es descansar, sino danzar con el flujo universal."
Con un rugido, el Dragón liberó un torrente de luz yang, disipando a la Sombra y llenando ese rincón oscuro con constelaciones vibrantes.
La Enseñanza del Cielo
Cuando el Dragón completó su obra, volvió al Cielo para compartir lo que había aprendido. El Cielo lo escuchó y dijo:
—"Has comprendido el secreto de mi esencia: la perseverancia en el movimiento creativo. El universo está en constante cambio, pero quienes permanecen conectados con el orden cósmico hallarán la armonía en cualquier caos."
El Dragón, ahora un maestro del poder creativo, se convirtió en guardián del flujo universal. Desde entonces, cada vez que un mundo enfrenta la oscuridad, su espíritu se manifiesta, guiando a las almas hacia la luz.
El Legado del Cielo
El Cielo no dejó su creación en el olvido. En cada ser vivo, sembró una chispa de su poder creativo, un pequeño fragmento del hexagrama Ch'ien. Esta chispa es lo que llamamos voluntad, inspiración y deseo de transformar. A través de ella, el Cielo eterno nos recuerda:
"Tú también eres un creador. Tu fuerza yace en tu capacidad para actuar con nobleza, perseverar en el movimiento y confiar en el flujo universal."
Y así, el Cielo, eterno e infinito, continúa danzando en cada acción, cada pensamiento y cada latido que da vida al universo.

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