El fallo de la psicología como disciplina: la ciencia que no logra llegar a la vida cotidiana
- Santiago Toledo Ordoñez
- 18 may
- 5 Min. de lectura
Vivimos en una época donde los modelos de desarrollo están fuertemente dominados por los discursos de la ingeniería y las ciencias médicas. En la educación, en la planificación pública, en los medios de comunicación y en los lugares de trabajo, lo que se valora es aquello que puede medirse, controlarse, producirse y curarse. Se habla de progreso en términos de infraestructuras, tecnologías, economía y medicina. Sin embargo, en medio de este escenario, una disciplina profundamente humana ha quedado relegada al margen: la psicología.
Y es que, pese a su enorme potencial transformador, la psicología ha fallado en hacerse parte de la vida cotidiana de las personas. No ha logrado posicionarse como una herramienta para el bienestar común, ni como un lenguaje para entendernos y convivir mejor. Aún está envuelta en estigmas, asociada únicamente a la enfermedad mental, y confinada en espacios clínicos que muchas personas nunca pisan. En vez de ser una aliada diaria para el vivir, ha quedado muchas veces como un recurso de emergencia. Ese es uno de los grandes fracasos sociales de nuestra época.
1. Psicología no es solo clínica: es una ciencia de la vida y del ser
Uno de los errores más persistentes en el imaginario colectivo es pensar que la psicología solo sirve para tratar enfermedades mentales. En parte, esto se debe a una asociación automática entre “psicólogo” y “paciente”, entre “psicología” y “terapia clínica”. Como si la única función de esta ciencia fuera contener crisis o reparar lo que está dañado.
Pero la psicología es mucho más que su dimensión clínica. Es la ciencia que estudia cómo sentimos, pensamos, actuamos, nos relacionamos, decidimos, soñamos y sufrimos. Es una disciplina que aborda no solo lo que nos rompe, sino también lo que nos hace crecer, florecer, amar, cooperar y construir sentido.
La psicología se refiere a formas de vivir y de ser. Es decir, a cómo habitamos el mundo, cómo nos comprendemos, cómo interpretamos la realidad, cómo enfrentamos el dolor y cómo creamos esperanza. No es un saber reservado para momentos de crisis. Es un conocimiento fundamental para el día a día.
Cuando decimos que no es solo clínica, hablamos de una psicología que está en la educación emocional de los niños, en la prevención del agotamiento laboral, en las relaciones de pareja, en los conflictos familiares, en la toma de decisiones éticas, en el diseño de entornos saludables, en la construcción del liderazgo y en la cultura organizacional. Es decir, una psicología transversal a la vida humana.
2. La psicología como salud mental, no solo enfermedad
Es urgente corregir otra distorsión: la idea de que la psicología trata solo la enfermedad mental. Lo cierto es que esa es la labor de la psicopatología, una rama especializada que se ocupa de los trastornos clínicos. La psicología, en cambio, tiene un campo mucho más amplio: se enfoca en la salud mental, entendida no como la ausencia de síntomas, sino como la presencia de bienestar, de equilibrio emocional, de vínculos sanos, de sentido vital.
En salud física, esto está mucho más claro: todos entendemos que no hay que esperar a tener una enfermedad para hacer ejercicio, alimentarse bien o acudir a un chequeo preventivo. Pero en salud mental aún falta alfabetización: muchas personas solo se acercan a un psicólogo cuando ya están desbordadas emocionalmente, cuando han tocado fondo, cuando todo parece derrumbarse.
Eso no es prevención. Eso es abandono institucional y cultural.
El bienestar mental debería cultivarse desde la infancia, en la escuela, en los espacios laborales, en los medios, en la política. Pero la psicología no ha sido invitada a esos lugares o no ha sabido hacerse escuchar.
3. ¿Por qué ha fallado la psicología?
Existen múltiples factores que explican por qué la psicología no ha logrado ser parte del día a día de las personas:
Estigma social: Todavía existe la idea de que ir al psicólogo es algo reservado para personas con problemas “graves” o para quienes “no pueden solos”. La salud mental sigue siendo vista como un asunto privado, casi vergonzoso, y no como parte del bienestar general.
Lenguaje técnico y academicista: Muchas veces, la psicología no ha sabido hablarle al público general. Se ha refugiado en conceptos técnicos, publicaciones especializadas y debates internos, en vez de traducirse en acciones prácticas, lenguaje cotidiano y herramientas aplicables.
Falta de políticas públicas integrales: A diferencia de la medicina, que ha sido estructurada como un derecho básico en muchos países, la salud mental sigue siendo marginal en el diseño de políticas. Los sistemas de salud no la priorizan, los presupuestos son escasos y los servicios gratuitos son insuficientes.
Reducción a la psicología clínica individual: Como disciplina, la psicología se ha concentrado excesivamente en el trabajo individual en consultorio, dejando de lado su dimensión comunitaria, educativa, organizacional y política. Esto limita su alcance y reproduce la idea de que es solo para “los que están mal”.
Poca presencia en espacios de decisión: Ingenieros y médicos suelen liderar los grandes proyectos de infraestructura y salud. Psicólogos y psicólogas, rara vez están en la mesa donde se definen las condiciones de trabajo, los programas sociales, los currículos escolares o las campañas públicas. Se los ve como apoyo, no como actores estratégicos del desarrollo.
4. El costo de no tener psicología en lo cotidiano
¿Qué pasa cuando la psicología está ausente de la vida social? Las consecuencias son profundas:
Personas emocionalmente agotadas que no entienden lo que sienten ni cómo pedir ayuda.
Niños que no aprenden a gestionar sus emociones y crecen sin habilidades socioafectivas.
Jóvenes que no encuentran sentido y desarrollan malestar existencial.
Familias que repiten patrones de violencia, desconexión o dependencia sin herramientas para sanar.
Trabajadores quemados, inseguros, estresados, en ambientes donde el bienestar es ignorado.
Líderes incapaces de conectar con sus equipos, de comunicar con empatía o de tomar decisiones éticas.
Sociedades que viven bajo el miedo, el individualismo o la indiferencia emocional.
Cuando la psicología no está presente, lo humano se desdibuja. Y sin humanidad no hay desarrollo verdadero.
5. Hacia una psicología accesible, pública y transformadora
La psicología debe salir del consultorio. Debe salir de la universidad. Debe salir del estigma. Necesitamos una psicología popular, educativa, comunitaria, organizacional, política y espiritual. Una psicología que forme parte del diseño de las ciudades, de la formación de líderes, de la cultura del trabajo, de los planes educativos y de la conversación pública.
Y también una psicología que nos enseñe a vivir. No desde la perfección, sino desde la conciencia. Desde la posibilidad de ser mejores, de relacionarnos mejor, de sanar lo que duele y de cuidar lo que importa.
Esto implica, entre otras cosas:
Integrar educación emocional desde la infancia como parte de la formación básica.
Incluir a psicólogos/as en espacios de diseño organizacional, urbano y comunitario.
Democratizar el acceso a la terapia y crear modelos accesibles y descentralizados.
Comunicar la psicología en un lenguaje claro, cotidiano y culturalmente relevante.
Invertir en salud mental como parte fundamental del desarrollo humano sostenible.
El futuro necesita una psicología presente
No podemos seguir construyendo una sociedad donde el éxito se mida en productividad y no en bienestar. No podemos dejar que las personas vivan toda una vida sin comprenderse, sin cuidarse, sin tener herramientas emocionales para navegar sus vínculos y decisiones. No podemos permitir que la psicología sea vista como algo lejano, técnico, inalcanzable o solo para quienes “no están bien”.
La psicología tiene que ser parte del presente y del futuro. De la vida cotidiana. De la cultura emocional. De la educación para el alma. Porque sin ella, seguimos desarrollando infraestructuras, pero no humanidad. Seguimos avanzando en tecnología, pero retrocediendo en conexión, empatía y propósito.
El desarrollo verdadero no puede construirse sin salud mental. Y la salud mental no se sostiene sin una psicología viva, accesible y profundamente humana.
Comments