🌉 “El Puente Inesperado: Calilamojojojo y Madre Leona”
- Santiago Toledo Ordoñez
- 30 may
- 3 Min. de lectura
En una ciudad marcada por muros invisibles, donde la prisa y la desconfianza parecían ser parte del aire, vivían dos mujeres cuyas vidas nunca se habían cruzado… hasta que un día, lo hicieron.
🛍️ Calilamojojojo: la guerrera sin escenario
Calilamojojojo –sí, así le decían desde niña, por su risa fuerte y su energía inagotable– vivía en el corazón de un barrio donde cada peso se sudaba. Madre de dos hijos, cuidadora de su tía enferma y vendedora callejera, Calila (como le decían de cariño) era una experta en improvisar soluciones. Con cartones reciclados armaba su puesto.
Vendía dulces, pañuelos, hasta llaveros tejidos por su vecina ciega.
No tenía título, pero tenía inteligencia de barrio. Sabía leer el rostro del cliente, el clima del día y el silencio del peligro. Nunca se victimizaba, pero tampoco se tragaba la rabia cuando le miraban en menos.
🦁 Madre Leona: la reina con preguntas
En otro extremo de la ciudad vivía Leona. Apodada "Madre Leona" por sus amigas, no sólo por tener tres hijos que adoraba, sino porque dirigía su negocio como una fiera con corazón: firme, apasionada, perfeccionista.
Dueña de una cadena de tiendas de decoración y talleres creativos, Leona era el tipo de persona que tenía todo “bajo control”. Sin embargo, últimamente, sentía que algo le faltaba. Había dinero, viajes, logros... pero también un vacío inexplicable cuando apagaba la luz por las noches.
Un día cualquiera, su auto se detuvo por una falla justo frente al metro. Bajó molesta, buscó ayuda, y terminó frente al puesto de Calilamojojojo, quien no vendía repuestos, pero sí tenía un cargador portátil y una sonrisa rápida.
—¿Se te quedó sin batería el alma o el teléfono? —dijo Calila, extendiéndole el cable.Leona soltó una carcajada que no recordaba haber hecho en meses.
☕ Un café, dos mundos
Esa risa fue el comienzo. Leona volvió al día siguiente, y al siguiente. No para cargar el celular, sino para cargar el alma. Calila le contaba historias de su barrio, de su infancia, de cómo una vez arregló una estufa con un tenedor.Leona escuchaba y compartía lo suyo: cómo había criado sola a sus hijos tras un divorcio duro, cómo lidiaba con empleados que no se sentían parte, cómo anhelaba hacer algo que dejara huella.
Pero al hablar, chocaban.
—Tú puedes darte el lujo de “buscar propósito”, yo busco que la olla no esté vacía —dijo Calila una vez.—No creas que por tener más plata tengo menos dolor —respondió Leona, con una mezcla de dignidad y tristeza.
El silencio se instaló. Podía haber sido el final. Pero no.
🔁 El inicio de algo real
Días después, fue Leona quien volvió.—¿Y si no tratamos de cambiarnos la una a la otra, sino de entender qué nos une?—¿Y qué nos une, según tú? —dijo Calila, alzando la ceja.—Que ambas sostenemos la vida de muchas personas, todos los días.
Y a veces… nadie nos pregunta cómo estamos.
Esa frase fue una grieta en la muralla.Así nació “Raíces Cruzadas”, un espacio de conversación mensual donde mujeres de diferentes barrios, profesiones y experiencias compartían historias, saberes y desafíos sin máscaras.
Calila enseñaba a reparar con alambre lo que otros botaban. Leona enseñaba a leer un presupuesto y entender los márgenes.Una señora jubilada enseñaba a preparar jabón natural. Una joven contadora enseñaba a usar hojas de cálculo. Nadie era más. Nadie era menos.
🌱 Las transformaciones
Calila no cambió de vida ni se volvió empresaria. Pero ahora daba talleres en centros culturales. Su risa era aún más fuerte.Leona no abandonó su negocio ni vendió todo. Pero empezó a contratar personas del barrio de Calila, no como “acto de caridad”, sino por el talento que allí encontró.
Ambas comenzaron a caminar en dirección opuesta a la desconfianza que antes las separaba. Ya no desde la crítica o el juicio, sino desde una curiosidad humana que lo transformaba todo.
🌄 Epílogo
En una tarde de otoño, después de un encuentro en una plaza, Calila miró a Leona y le dijo:—Al principio pensé que tú venías a decirme cómo vivir. Pero viniste a compartir la vida. Eso se agradece.Leona sonrió.—Y yo pensé que tú solo vendías dulces. Pero traías dulzura que me faltaba.
No fueron iguales, ni pretendieron serlo. Pero construyeron un puente firme, no con cemento, sino con escucha, honestidad y respeto.
Porque a veces, lo que más transforma no es tener razón, sino abrir el corazón.
PD: el texto no tiene el fin de dañar ni ofendar a nadie, sino de buscar algun punto de encuentro en mundos totalmente equidistantes, no le encuentre la mala intención o negatividad personal que usted podria tener y proyecta en la interpretacion que hace del texto
Comments