La Ecuación del Alma
- Santiago Toledo Ordoñez
- 11 jul
- 2 Min. de lectura
Eutimio Carvallo, físico teórico, obsesivo de la lógica y el orden. Cree que todo puede reducirse a leyes, fórmulas y causas medibles. Lo espiritual, para él, es un vacío incómodo: una ilusión para quienes temen a la incertidumbre.
Desde joven, Eutimio buscó patrones. Pasaba noches enteras frente a pizarras repletas de símbolos, convencido de que, si lograba comprender el universo, también podría dominar su propia vida.
Creía que la emoción era una descarga química, el amor una reacción evolutiva, y la fe un refugio para mentes sin disciplina.
Todo cambió cuando murió su hermana, Dalia.
Ella era caótica, libre, profundamente espiritual. Creía en ciclos, energías, astros y sincronicidades. Le hablaba de la Luna y de Saturno, de sueños como mensajes, de la intuición como una forma de sabiduría.
Eutimio, aunque la amaba, la consideraba ingenua. Su muerte lo dejó confundido, no por la pérdida en sí, sino por lo que comenzó a sentir después: una presencia suave, intermitente, innegable. Algo que no podía cuantificar, pero que estaba ahí.
Desesperado por entender, volvió a sus fórmulas.Midió pulsaciones, actividad cerebral, ciclos de sueño. Cruzó datos con fases lunares y resonancias Schumann. Hizo cálculos de convergencias planetarias y revisó textos de neurociencia y mecánica cuántica.
Pero todo era ruido. Las variables no cuadraban.Cada vez que intentaba “encerrar” lo que sentía en un modelo, se desvanecía. Como si lo espiritual escapara, intencionalmente, del bisturí de la mente.
Una tarde, frente al huerto que Dalia había cultivado, miró un duraznero. Recordó cómo ella decía que los árboles “escuchaban” si uno hablaba con amor.Casi sin pensarlo, le habló. Y lloró.
Lloró no por tristeza, sino por rendición. Por fin entendió que había pasado la vida intentando explicar lo que sólo se podía vivir.
No podía hacer que un durazno diera naranjas.No podía mover a Saturno o Mercurio de sus trayectorias.No podía cambiar el invierno por verano.Y definitivamente, no podía controlar los movimientos del alma.
Eutimio comenzó a vivir distinto.
No renunció a la ciencia, pero dejó de exigirle respuestas que no le correspondían. Empezó a observar sin querer predecir, a escuchar sin querer concluir, a sentir sin querer controlar.
Aprendió que hay aspectos de la vida que no están hechos para ser resueltos… sino para ser honrados.
No todo lo real es demostrable o necesariamente demostrable. No todo lo invisible es falso.Lo espiritual no es una ecuación.Es un campo abierto, inmenso, desbordado, donde la mente calla y el alma simplemente reconoce. Interesantes las mediciones, quizás si se pudiera medir cuanto te ama la persona o las personas más importantes en tu vida podrias tomar mejores decisiones más frías y calculables, me pregunto ¿Eso en realidad se tiene que medir?

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