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🌍 Los Nuevos Tiempos Más Espirituales

En la superficie, Amaro lo tenía todo. A sus 39 años, dirigía un equipo importante en una empresa multinacional, vivía en un departamento moderno y tenía una vida que, desde afuera, parecía la encarnación del éxito. Había estudiado, se había esforzado y cumplido con todo lo que se esperaba de él: títulos, metas, ascensos. Su currículum estaba lleno de proyectos cumplidos, y su agenda, llena de reuniones.


Pero cuando se apagaban las luces de la oficina, y se quedaba solo en su hogar con el zumbido sutil del refrigerador como única compañía, algo dentro de él comenzaba a incomodarlo. Era una especie de fatiga existencial, una sensación vaga pero persistente de que estaba viviendo en automático, desconectado de algo esencial.


No lo decía en voz alta, porque temía parecer débil o poco agradecido. Pero se sentía vacío. No por falta de amor, ni de dinero, ni de oportunidades. Era otra cosa. Una desconexión silenciosa, como si su vida estuviera construida sobre una estructura funcional, pero sin alma.


Todo cambió con una serie de sueños que empezaron a repetirse. En ellos, se veía subiendo una montaña bajo una niebla espesa, buscando algo que no entendía. En lo alto, un anciano lo esperaba con una piedra en la mano. Cada noche, la imagen se volvía más nítida. Hasta que, una mañana cualquiera, Amaro despertó con el corazón acelerado y una certeza que lo sacudió: necesitaba detenerse.


No huyó. No abandonó su vida. Pero sí pidió un permiso corto en el trabajo, alegando que necesitaba un respiro. A su jefe le sorprendió, pero accedió. Tomó una mochila, algo de ropa, su cuaderno de notas, y se fue hacia el sur, hacia una zona montañosa que no conocía, pero que su intuición le susurraba como destino.


Después de varios días de viaje —combinando trenes, buses locales y caminatas— llegó a un pequeño pueblo en la cordillera. Allí, el aire tenía otro peso. Todo era más lento, más silencioso. Preguntó por algún lugar donde alojar, y una señora mayor le indicó un sendero de tierra que llevaba a la casa de un hombre llamado Yari.


La vivienda era modesta, construida con adobe, piedra y madera. No tenía antenas ni electrodomésticos. Afuera, un anciano tejía con calma, rodeado de plantas medicinales y herramientas hechas a mano.


—Te estaba esperando —dijo Yari sin mirarlo—. No por mí. Por ti.


Amaro sintió un estremecimiento. No supo si era coincidencia, intuición o simple cortesía, pero algo en esa frase activó su memoria interna.


Pasaron los días. Yari no ofrecía consejos ni fórmulas. Solo compartía su forma de estar: silenciosa, atenta, presente. Enseñaba con el ejemplo: cómo recoger leña, cómo hervir hierbas, cómo escuchar el agua, cómo dormir con el ritmo del viento.


Amaro, acostumbrado a la eficiencia y los resultados, se sintió torpe al principio. Pero lentamente, su cuerpo se fue desacelerando. Su mente, que antes funcionaba como un motor hiperactivo, comenzó a descansar. Descubrió que podía estar sin pensar. Que podía caminar sin correr. Que no necesitaba llenar cada minuto con estímulos.


Una tarde, mientras compartían sopa caliente en tazones de greda, Amaro preguntó:

—¿Qué son estos nuevos tiempos de los que hablas?


Yari sonrió. Su mirada no era dura ni condescendiente. Era suave, como la tierra húmeda.

—Estamos saliendo de una era de desconexión. El mundo se organizó en torno al control, la velocidad y la productividad. Pero la tierra está reclamando otra frecuencia. No para que abandonemos lo que hemos creado, sino para recordar lo que olvidamos: el alma, el ritmo interno, el silencio, el propósito.


Hizo una pausa. Luego añadió:

—No se trata de dejar todo atrás, ni de escapar. Esa es otra trampa. Lo espiritual no es irse del mundo. Es habitarlo de otra forma. Es mirar al otro y ver su alma. Es tomar decisiones que no solo beneficien al yo, sino al nosotros.


Al día siguiente, lo llevó a lo alto de una montaña, donde había un círculo de piedras antiguas. Allí, le entregó una piedra negra con una espiral tallada a mano.


—Esta espiral no gira hacia afuera. Gira hacia dentro. Porque los nuevos tiempos no se construyen cambiando el mundo exterior. Se construyen transformando el interior, y luego regresando con eso al mundo real.


Amaro guardó la piedra sin entender todo, pero con la certeza de que algo profundo se había sembrado en él.


Volvió a la ciudad. No renunció. No vendió todo. No se volvió un iluminado. Volvió más presente. Volvió con una forma distinta de mirar su vida.


Reestructuró su forma de trabajar. Propuso pausas conscientes en su equipo. Habló con Recursos Humanos sobre bienestar real, no cosmético. Empezó a escribir y compartir sobre liderazgo con sentido. No todos lo entendían. Algunos se burlaban. Otros lo seguían en silencio.


Una compañera se le acercó un día y le dijo:


—No sé qué hiciste en esas vacaciones… pero tu energía cambió. Me hace bien escucharte.


Él solo sonrió. La piedra seguía en su bolsillo.


Con el tiempo, creó un pequeño espacio digital donde hablaba sobre espiritualidad práctica. Nada religioso. Nada dogmático. Solo herramientas para volver al centro. Para recuperar el alma sin abandonar el mundo.


Y entendió algo que lo acompañaría para siempre:

“Los nuevos tiempos más espirituales no son una moda,ni una tendencia, ni un camino de evasión.Son una invitación a habitar esta vida, este mundo,con el alma despierta, el corazón disponibley los pies bien puestos sobre la tierra.”


Hoy, Amaro sigue en su trabajo. A veces se cansa. A veces duda. Pero ya no vive en automático. Cada mañana, antes de abrir el computador, se toma dos minutos para respirar con intención. Cada semana, escribe un pequeño boletín donde mezcla estrategia, humanidad y sentido. Y cada vez que una persona le pregunta cómo empezó este cambio, él no da grandes respuestas.


Solo dice:—Escuché a mi alma… y no la dejé sola.


ree

 
 
 

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Pero hay que recordar en la vida que hay un positivo para cada negativo y un negativo para cada positivo
Anne Hathaway

Donde va tu atención, fluye la energía

Tony Robbins

 

Lo que no te mata, te hace más fuerte

Mientras unos lloran, otros venden pañuelos

Dios, pon tus palabras en mi boca
No clasifiques al mundial, gana el mundial
Radio éxito o radio miseria
Resiste la tentación de volver a la comodidad y pronto verás los frutos

Se tu mayor fan

Margarita Pasos, Entrenadora Fortune 500

 

Todos somos iguales como almas, pero no todos somos iguales en el mercado

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Los/as líderes que valoran a sus personas las empoderan

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Mantén el corazón abierto. Estamos programados para encontrar el amor.
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Por lo que el Hombre sucumbe, por ello vence

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(...) y mi motivación en mi carrera son ustedes. Las personas! 

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