¿Y si los presidentes, ministros, gobernadores y alcaldes diseñaran las ciudades pensando en la inclusión de las personas con discapacidad?
- Santiago Toledo Ordoñez
- 9 jul
- 3 Min. de lectura
Imaginemos un país —y particularmente un Chile— donde cada autoridad política tuviera como prioridad crear ciudades verdaderamente inclusivas. Un país donde la planificación urbana no solo pensara en la eficiencia, la conectividad o el desarrollo económico, sino también en la dignidad, el acceso y la autonomía de las personas con discapacidad.
Ese país no sería solo más justo. Sería también más avanzado, resiliente y humano.
Un nuevo enfoque: gobernar desde la accesibilidad urbana
Históricamente, las ciudades han sido diseñadas con una mirada homogénea: se asume que todas las personas caminan, ven, oyen, comprenden de la misma forma. El resultado: calles con obstáculos, veredas estrechas, transporte inaccesible, edificios sin rampas ni señalética, espacios públicos excluyentes.
Pero ¿qué pasaría si las decisiones de alcaldes, ministros de Obras Públicas, gobernadores regionales y presidentes incorporaran un enfoque inclusivo desde el diseño?
Las transformaciones serían profundas y visibles:
Calles más seguras y transitables para personas en silla de ruedas, con bastón blanco o con movilidad reducida temporal (niños, embarazadas, personas mayores).
Transporte público adaptado con ascensores, señalética auditiva y visual, paraderos accesibles y conductores capacitados.
Espacios públicos diseñados para la participación plena, como plazas con juegos inclusivos, baños adaptados y zonas de descanso accesibles.
Edificios públicos y privados pensados para todos los cuerpos, con accesos amplios, rutas podotáctiles, sistemas braille, intérpretes de lengua de señas, bucles magnéticos para personas con audífonos.
Planificación urbana participativa, donde las personas con discapacidad sean parte activa del diseño de su entorno.
Chile: una oportunidad para liderar
En Chile, el diseño urbano aún tiene una deuda con la inclusión. Aunque existen normativas como la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones (OGUC) y la Ley 20.422, muchas veces estas se aplican de forma parcial, sin fiscalización ni una visión integral.
Pero si desde el más alto nivel del Estado se impulsara una Política Nacional de Ciudades Inclusivas, veríamos:
Planes reguladores comunales que prioricen la accesibilidad como eje central del desarrollo.
Fondos regionales destinados a la adaptación del espacio público.
Infraestructura pública construida con asesoría técnica de expertos en accesibilidad y participación ciudadana de personas con discapacidad.
Educación urbanística en las universidades que forme arquitectos, urbanistas e ingenieros con mirada inclusiva.
Normativas que premien la innovación inclusiva en proyectos inmobiliarios y penalicen la inaccesibilidad.
Gobernar ciudades con alma
Diseñar ciudades inclusivas no es solo una cuestión técnica. Es un acto político y ético.
Una ciudad que permite que una persona con discapacidad llegue sola al trabajo, a estudiar, a votar, a divertirse, es una ciudad que reconoce su derecho a existir en plenitud. Es una ciudad que no expulsa ni limita, sino que abraza la diferencia.
Y cuando los líderes políticos asumen esa responsabilidad, están creando ciudadanía activa, cultura del respeto y confianza social.
El futuro que podemos construir
La inclusión urbana no es un lujo, ni una "exigencia legal" que cumplir por obligación. Es una inversión social, económica y humana. Porque las ciudades bien diseñadas para las personas con discapacidad también benefician a todas las demás: adultos mayores, personas con cochecitos, turistas, personas lesionadas temporalmente, entre muchas otras.
Un Chile en donde cada nuevo barrio, plaza, edificio o transporte esté pensado para todos y todas, sería un Chile más feliz, más justo, más funcional… y profundamente más humano.
Una ciudad inclusiva es una ciudad que cuida.Y un Estado que diseña para la dignidad, es un Estado que transforma.

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