El abrazo que construyó un mundo
- Santiago Toledo Ordoñez
- 23 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 ene
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía Sofía, una joven madre que acababa de dar a luz a su primer hijo, Mateo. Como toda madre primeriza, Sofía estaba llena de dudas y miedos. Se preguntaba si sabría cuidar bien a su bebé, si lo estaba alimentando correctamente, o si esos llantos inconsolables eran su culpa.
Un día, mientras paseaba con Mateo en brazos, se encontró con la señora Clara, una vecina de edad avanzada conocida por su sabiduría y calidez. Clara, al ver la preocupación en el rostro de Sofía, le sonrió y le dijo:
— ¿Puedo compartirte un secreto sobre los bebés?
Sofía, agotada y ansiosa, asintió.
— Los bebés no solo necesitan alimento, ropa o juguetes. Necesitan un corazón que les responda. Cada vez que abrazas a tu pequeño, le enseñas que el mundo es un lugar seguro. Cada vez que respondes a su llanto, le dices que su voz importa.
Sofía reflexionó sobre esas palabras mientras continuaba su camino. Esa noche, cuando Mateo empezó a llorar, en lugar de preocuparse, lo tomó en brazos y lo acunó con calma. Sintió cómo su pequeño cuerpo se relajaba contra el suyo y algo cambió dentro de ella: comprendió que, al atenderlo con amor y paciencia, no solo lo calmaba, sino que estaba construyendo en él una base sólida de confianza.
Con el tiempo, Mateo creció y comenzó a explorar el mundo con una seguridad que sorprendía a todos. Era un niño curioso, resiliente, y, sobre todo, cariñoso. Cada vez que caía y se levantaba, cada vez que volvía corriendo a los brazos de Sofía en busca de consuelo, se hacía evidente la importancia de esos primeros años.
Un día, durante una reunión familiar, una tía comentó:
— Mateo es tan independiente y feliz. ¿Cómo lo lograste, Sofía?
Sofía sonrió y respondió:
— Aprendí que el apego no es un lujo, sino una necesidad. Responder a su llanto, abrazarlo cuando lo necesitaba y estar presente para él no lo hizo dependiente, sino fuerte. Le di raíces para que pudiera crecer, y ahora está construyendo sus propias alas.
Clara, sentada cerca, escuchó las palabras de Sofía y asintió con aprobación.
El apego seguro en los bebés no se trata solo de consolar sus llantos o cargar sus pequeños cuerpos. Se trata de construir una relación de confianza, donde sepan que son vistos, escuchados y amados. Esos primeros vínculos son la base para un desarrollo emocional saludable, la clave para formar adultos empáticos y resilientes.
Como Sofía aprendió, cuando abrazas a un bebé con amor y constancia, estás construyendo un mundo donde se siente seguro de ser quien es y de explorar lo que puede ser.

Comments