El Reloj del Destino
- Santiago Toledo Ordoñez
- 1 feb
- 2 Min. de lectura
Verano en Beijing - 10:00 a. m.
Li Wei cerró su maleta con precisión y respiró hondo. Afuera, el sol de julio calentaba las calles de Beijing, y la humedad era sofocante. Desde la ventana de su oficina en el distrito de Chaoyang, observó el tráfico incesante de la capital china. Sabía que el mundo no se detenía, y menos en un verano donde los negocios tecnológicos florecían como los lotos en el río Yangtsé.
—Es hora de partir —murmuró, ajustando su reloj de pulsera.
Tenía un vuelo en dos horas rumbo a Dubái. En su celular, un correo confirmaba la reunión con Ahmed Al-Farsi, un inversionista árabe que había mostrado interés en su empresa de baterías sostenibles. Sabía que, si todo salía bien, esta alianza lo llevaría a una nueva etapa en su carrera.
Verano en Dubái - 6:00 a. m.
Mientras Li Wei se dirigía al aeropuerto, en Dubái el día apenas comenzaba. El calor era implacable, incluso a esa hora. Ahmed Al-Farsi, vestido con su impecable kandura blanca, terminó su oración matutina y tomó un sorbo de café árabe. Miró el horizonte desde su balcón en la torre Burj Khalifa. El desierto era un océano de arena que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
Recibió la confirmación de vuelo de Li Wei y asintió con satisfacción. La inversión en tecnología sustentable era el futuro, y él no dejaría pasar la oportunidad. En unas horas, se reuniría con sus asesores para preparar la negociación.
Invierno en Nueva York - 9:00 p. m. del día anterior
Mientras en Dubái el sol se elevaba sobre el desierto, en Nueva York la nieve cubría las calles. Emily Carter estaba en su oficina en Manhattan, revisando reportes financieros. Vestía un suéter grueso y sostenía una taza de chocolate caliente. Miró la pantalla: la bolsa de valores de Shanghái acababa de cerrar, y los indicadores mostraban un alza en las inversiones chinas en energías renovables.
Justo entonces, su celular vibró. Era un mensaje de Ahmed Al-Farsi preguntando sobre las proyecciones del mercado asiático.
—Siempre trabajando, ¿eh, Ahmed? —murmuró con una sonrisa, antes de enviarle un resumen detallado.
Sabía que en unas horas, cuando Dubái despertara, su informe podría definir el futuro de un gran negocio.
Invierno en Santiago de Chile - 11:00 p. m.
Al otro lado del mundo, en Santiago, el frío de julio helaba las calles. Tomás Ramírez estaba en su departamento en Providencia, mirando la pantalla de su laptop. Había enviado una propuesta a Li Wei semanas atrás, pero aún no recibía respuesta. Afuera, la neblina cubría la ciudad como un manto blanco.
—Si aceptara mi propuesta, podría expandir mi negocio en América Latina —pensó.
Antes de irse a dormir, revisó su correo una última vez. Nada. Pero lo que no sabía era que, en ese preciso momento, Li Wei ya estaba en camino a Dubái, donde su destino estaba a punto de cruzarse con el de Ahmed. Y en Nueva York, Emily vigilaba las tendencias del mercado que, sin saberlo, afectarían su futuro.
Mientras las manecillas del reloj seguían avanzando, los cuatro, en distintos rincones del mundo, estaban a punto de descubrir que el tiempo, aunque pareciera separarlos, en realidad los unía en un mismo destino.

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