El Secreto del Iceberg
- Santiago Toledo Ordoñez
- 7 ene
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 ene
En las heladas aguas del Ártico, un majestuoso iceberg se erguía con una imponente serenidad. A primera vista, era solo un bloque de hielo, brillante bajo el sol polar. Pero como todo en la naturaleza, escondía mucho más de lo que mostraba.
Bajo la superficie, donde la luz apenas penetraba, se extendía un reino oculto de túneles y cavernas de cristal. Cada capa de hielo guardaba secretos milenarios:
burbujas de aire de tiempos pasados, ecos de un mundo que había cambiado más allá de lo imaginable. Era un testigo silencioso de eras olvidadas, un guardián del tiempo que la humanidad rara vez se detenía a comprender.
Arriba, en su gélida cima, osos polares descansaban, y las focas jugaban entre las grietas, ajenos al poder y la historia que yacían bajo sus patas. Para los navegantes que cruzaban esas aguas, el iceberg no era más que un obstáculo o una postal perfecta. Pero el iceberg, inmenso y callado, sabía que su verdadero ser no estaba en lo que todos podían ver, sino en lo que escondía en su núcleo helado.
Un día, un explorador solitario llegó en su pequeño barco. Fascinado, se detuvo a fotografiar el iceberg, admirando sus formas talladas por el viento y el agua. "Qué majestuoso, pero al final, solo es hielo", dijo en voz baja. Lo que no podía saber era que justo bajo sus pies se encontraba un testimonio de la vida primigenia, una huella del planeta antes de los hombres, una historia escrita en frío.
El iceberg permaneció inmóvil, como siempre. No necesitaba explicar su valor, ni demostrar lo que ocultaba. Era un recordatorio de que, en la vida, lo esencial rara vez es visible a simple vista. Como los sueños, los miedos o los secretos, su verdadera grandeza estaba escondida, esperando a que alguien se atreviera a mirar más allá.
Así, flotando en las corrientes de un océano infinito, el iceberg siguió cumpliendo su propósito: guardar el pasado, inspirar a quienes lo observaban y recordarle al mundo que, bajo la superficie, siempre hay algo más profundo y valioso que descubrir.

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