Entre el Pasado y el Futuro: La Decisión que Cambió Mi Vida
- Santiago Toledo Ordoñez
- 1 feb
- 4 Min. de lectura
Mateo siempre había sido un hombre que se dejaba llevar por las emociones. Su corazón actuaba antes que su cabeza, y cada relación en su vida parecía un torbellino de intensidad, pasión y, eventualmente, desilusión.
Cada vez que se enamoraba, sentía que era la definitiva, la mujer con la que compartiría su vida. Pero también, cada vez que terminaba, se convencía de que esa relación nunca había sido para él.
Así sucedió con Valeria, su exnovia. Durante dos años, vivieron una historia intensa, llena de altibajos. Valeria era una mujer fuerte, con carácter, pero también con heridas que nunca terminó de sanar. Mateo intentó ser su refugio, su salvador, sin darse cuenta de que el amor no es rescate, sino construcción mutua. La relación terminó cuando ambos entendieron que se estaban haciendo más daño que bien.
Después de Valeria, Mateo prometió que aprendería de sus errores. "Voy a tomarme mi tiempo", se dijo a sí mismo. Pero el destino tenía otros planes.
La nueva (y la otra nueva)
No había pasado mucho tiempo cuando Camila apareció en su vida. Era diferente a Valeria. Más dulce, más pausada, con una energía tranquila que lo hacía sentirse en paz. Desde el primer momento, sintió que podía ser una relación sana, sin las montañas rusas emocionales de antes.
Pero justo cuando creía haber encontrado estabilidad, apareció Natalia, otra mujer con la que empezó a coincidir con frecuencia. Natalia tenía algo que le resultaba intrigante: era espontánea, segura de sí misma, misteriosa en cierto modo. Cada conversación con ella encendía en Mateo una chispa de curiosidad.
Así, sin quererlo, Mateo se encontró atrapado entre su presente estable con Camila y la promesa incierta de algo nuevo con Natalia.
Para complicar aún más las cosas, una tarde recibió un mensaje inesperado en su teléfono. Era de Valeria, su ex.
"Espero que estés bien, Mateo. Solo quería decirte que ahora entiendo muchas cosas que antes no veía. Gracias por lo que aprendimos juntos."
El mensaje lo dejó desconcertado. No era una declaración de amor ni una petición para volver, sino una reflexión madura. Valeria, aquella mujer con la que compartió tantas emociones intensas, ahora le hablaba desde otro lugar, uno más sereno, más sabio.
Por primera vez en su vida, Mateo no supo qué hacer.
Las tres mujeres, tres espejos
Mateo se dio cuenta de que cada mujer en su vida representaba algo más profundo:
- Valeria era su espejo del pasado, la historia que lo marcó y que, por mucho tiempo, intentó olvidar sin realmente comprenderla.
- Camila era su presente, la relación que podía construir si decidía comprometerse y dar lo mejor de sí.
- Natalia era la ilusión del futuro, lo desconocido, lo emocionante, pero también lo incierto.
A lo largo de su vida, siempre había tomado decisiones impulsivas: correr hacia algo nuevo o aferrarse a lo que creía que le hacía falta. Esta vez, decidió hacer algo diferente: detenerse y reflexionar.
Así que, en lugar de dejarse llevar por la emoción del momento, comenzó a hacerse preguntas incómodas pero necesarias:
- ¿Por qué siempre salto de una relación a otra?
- ¿Estoy buscando amor o simplemente evitando estar solo?
- ¿Estoy realmente enamorado de Camila o solo de la estabilidad que me da?
- ¿Me interesa Natalia porque realmente conectamos o porque representa lo desconocido?
- ¿Qué me está enseñando este mensaje de Valeria?
Por primera vez, Mateo entendió algo esencial: las relaciones no son destinos, sino caminos de aprendizaje.
No se trataba de elegir entre Camila o Natalia. Se trataba de elegir quién quería ser él.
La decisión
Con una nueva claridad, Mateo tomó su decisión.
Esa noche, invitó a Camila a cenar y, con total honestidad, le habló de sus emociones. No era justo estar con ella si su corazón estaba dividido. No podía darle su amor si no estaba seguro de que era lo que realmente quería. Camila lo miró con ternura y, aunque le dolió, le agradeció por su sinceridad.
Con Natalia, simplemente dejó que la conexión se desvaneciera. Comprendió que su atracción por ella no era realmente amor, sino una búsqueda de adrenalina que lo alejaba de su verdadero crecimiento.
Y con Valeria, decidió escribirle de vuelta:
"Gracias a ti, Valeria. También aprendí mucho. Hoy entiendo que el amor no es solo emoción, sino también sabiduría. Te deseo lo mejor en tu camino."
Mateo aprendió la virtud de la sabiduría emocional: el arte de no huir del pasado, pero tampoco quedar atrapado en él. Comprendió que el amor no es cuestión de elegir entre personas, sino de elegir conscientemente el tipo de relación que uno quiere construir.
Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió en paz.
El amor no se trata de buscar lo que nos falta en otras personas, sino de aprender quiénes somos a través de nuestras relaciones. La verdadera sabiduría emocional está en reconocer cuándo quedarse, cuándo partir y cuándo simplemente aprender de la experiencia sin aferrarse a ella.
Nota: solo es literatura

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